miércoles, 9 de octubre de 2013

DUELO






           La palabra duelo proviene del latin dolus, dolor. El concepto de duelo va unido al de pérdida, entendiendo esta como quedar privado de algo que se ha tenido (Neimeyer, 2002). La pérdida puede referirse a personas, como un familiar, un amigo, la pareja...pero también puede referirse a un objeto material, a la pérdida de la juventud, etc.
               La afectación de una persona tras una pérdida dependerá del valor que le otorguemos a la misma (Leila Nomen, 2007).
              En cada situación de pérdida se ven implicadas diferentes y complejas variables, tales como el objeto perdido o la persona perdida, el valor que le otorgábamos y nuestra personalidad. Por lo tanto, a la hora de la elaboración del duelo habrá que tener en cuenta que en cada situación de pérdida van a influir diferentes aspectos biológicos, psicológicos y sociales.
            El duelo o aflicción ante una pérdida es mayor y más intenso cuando la pérdida es de personas con las que se ha tenido un vínculo emocional profundo, y es la pérdida de un ser querido la experiencia más dolorosa sobre todo cuando su causa ha sido la muerte. (Peiró, 1998).
             La persona en duelo puede manifestar alteraciones físicas, de pensamiento, de conducta y de estado de ánimo. Hay una variable muy importante y es el entorno social en que se desarrolle el proceso de duelo y aquí, hay que entender la diferencia entre duelo y luto. El duelo se refiere a manifestaciones subjetivas e internas, y el luto ser refiere a manifestaciones sociales y externas y está influenciado lógicamente por las normas sociales.
              Centrándonos en la pérdida de un ser querido, podemos decir que el duelo comienza cuando se conoce la noticia y finaliza cuando se acepta la pérdida. Muchos autores han estudiado este proceso de duelo y cada uno según su enfoque, pero la mayoría acepta la idea del duelo como un proceso de etapas relativamente universales.
                Así pues, podemos hablar de un modelo de fases que ayuda a entender el duelo como un proceso y no como un hecho. Estas fases no se tienen por que dar en un sentido vertical y pasar necesariamente de una a otra sin más también pueden darse en un sentido horizontal, encontrándonos a veces a medio camino entre una fase y otra; también puede haber avances y retrocesos.
             La primera fase podría llamarse evitación. Esta es una fase de embotamiento, de shock emocional, de intensa desesperación, aturdimiento, negación, cólera, perplejidad, incredulidad...La confusión mental de estos primeros instantes no deja a la persona pensar con claridad, sin embargo, si que es consciente de que su vida va a cambiar por completo, lo cual le resulta difícil de aceptar y, por ello, es normal que desee evadirse. A este no creer en lo sucedido le llamamos negación.
             La rabia es también una emoción propia de esta fase y puede ir dirigida hacia el exterior, hacia los médicos que atendieron a la persona fallecida, hacia otros familiares por no prestar el apoyo necesario, hacia Dios, hacia el propio fallecido por habernos abandonado...e incluso hacia nosotros mismos por no haberlo podido evitar y en este caso puede aparecer un fuerte sentimiento de culpa. La persona se puede obsesionar repasando los hechos y pensando en todo lo que podía haber hecho y no hizo, puede sentir culpa pensando que pudo hacer más, puede pensar que los cuidados que procuró al fallecido tras una larga enfermedad no fueron los adecuados o simplemente puede sentir culpa por estar vivo y pensar que la otra persona ya no lo está.
             Durante esta etapa hay personas que suelen evitar comportamientos o actitudes que saben que a la persona fallecida le molestaban, o sueñan con ella vívidamente e incluso pueden llegar a notar su presencia. Tambien puede darse el llanto y la tristeza. Si la tristeza se apodera de la persona, pueden aparecer síntomas como la apatía, el retraimiento social, la dificultad de concentración, la dificultad para tomar decisiones, trastornos del sueño y del apetito...
              La segunda fase podría llamarse de asimilación (intelectual y emocional). A medida que los síntomas y reacciones iniciales pierden su intensidad y la persona acepta intelectualmente la nueva situación, comienza esta segunda fase del duelo. Aquí se da una necesidad de reconocer la realidad de la pérdida, tomar conciencia.
                  La tercera fase podría llamarse acomodación. Esta fase conlleva la aceptación de la pérdida y la reorganización de la vida tras ella. Se puede producir un cambio en la visión del mundo de forma que sea compatible con la nueva realidad y permita a la persona desarrollar nuevas actividades y madurar. La persona puede olvidar por momentos su tragedia, podrá sonreír e interesarse por nuevas actividades. Esto no quiere decir que la persona no sienta dolor. El duelo no acaba nunca, pero va declinando en intensidad y va dando paso a otras emociones, facilitando la recuperación de las relaciones sociales y la vida cotidiana.

La pérdida no se olvida, pero se pone en un lugar especial y la energía emocional se reorienta hacia nuevas relaciones y vivencias.

No se trata de olvidar a la persona que ya no está con nosotros sino de recordarla de manera adaptativa, sin dolor, aunque cierta tristeza es inevitable.

Debemos encontrar maneras de recordar a los seres queridos que han fallecido, llevándolos con nosotros, pero sin que ello nos impida seguir viviendo.

              La mayoría de las personas en duelo disponen de medios suficientes para hacer frente a la situación de pérdida y no necesitan ayuda profesional. Sin embargo, en algunas personas puede ser necesaria la intervención terapéutica.


Bibliografía:

"Sobre el duelo y el dolor"   Elisabeth kubler-Ross

"Aprender de la pérdida"   Robert Neimeyer.
         



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