martes, 13 de diciembre de 2011

EL CEREBRO SOCIAL

          El cerebro social consiste en el conjunto de los mecanismos neuronales que orquestan nuestras interacciones...la suma de los pensamientos y sentimientos que tenemos acerca de las personas con las que nos relacionamos. Los datos más novedosos y reveladores al respecto indican que el "cerebro social" tal vez sea el único sistema biológico de nuestro cuerpo que nos conecta con los demás y se ve, a su vez, influido por su estado interno.
          La neuroplasticidad del cerebro explica asimismo el papel que desempeñan las relaciones sociales en la remodelación de nuestro cerebro, lo que significa que las experiencias repetidas van esculpiendo su forma, su tamaño y el número de neuronas y de conexiones sinápticas. De este modo, la reiteración de un determinado registro permite que nuestras relaciones clave vayan moldeando gradualmente determinados circuitos neuronales. No es de extrañar por tanto que, sentirnos crónicamente maltratados y enfadados, o, por el contrario, emocionalmente cuidados por una persona con la que pasamos mucho tiempo a lo largo de los años, acabe remodelando los senderos neuronales de nuestro cerebro.
            Estos nuevos hallazgos ponen de relieve el impacto sutil y poderoso que sobre nosotros ejercen las relaciones. Y aunque estas novedades puedan resultar desagradables, en el caso de que tiendan hacia lo negativo, también implican que el mundo social nos proporciona, en  cualquier momento de nuestra vida, una oportunidad de curación.
             Desde esta perspectiva, pues, el modo en que nos relacionamos cobra una importancia anteriormente insospechada.
             Cuando una persona arroja sobre otra, sus sentimientos negativos (mediante explosiones de ira u otras muestras de indignación o desprecio) activa en ella los mismos circuitos por los que discurren estas inquietantes emociones, un hecho cuya consecuencia neurológica consiste en el contagio de esas mismas emociones. Porque hay que decir que las emociones intensas constituyen el equivalente neuronal de un resfriado y se "contagian" con la misma facilidad con que lo hace un rinovirus.
              Cuando conversamos con una persona se produce un "ambiente emocional" que permite que el otro se sienta un poco mejor o mucho mejor o un poco peor o mucho peor, dependiendo de los sentimientos que hayamos intercambiado. El hecho de que al finalizar el día podamos decir, "he tenido un buen día" o "he tenido un mal día" va a depender del saldo de sentimientos que hayamos intercambiado en nuestras relaciones con otras personas.


                                    

                Según se aprecia en la imágen, la amígdala constituye una región en forma de almendra que se halla ubicada en el cerebro medio y desencadena las respuestas de lucha, huida o paralización ante el peligro. El miedo es, de todo el espectro de sentimientos, el principal movilizador de la amígdala.
                La amígdala es una especie de radar cerebral que llama nuestra atención sobre las cosas nuevas y desconcertantes de las que tenemos algo que aprender. En este sentido, la amígdala es el sistema de alerta más rudimentario con que cuenta el cerebro y se ocupa de escrutar el entorno en busca de eventos emocionalmente intensos, en particular, de posibles amenazas. Hace mucho tiempo que la neurociencia reconoció el papel que desempeña la amígdala como centinela y desencadenante de la ansiedad, pero sólo muy recientemente nos hemos fijado en la función social que cumple en el sistema cerebral encargado del contagio emocional.

                 El hecho de que podamos provocar cualquier emoción en otra persona o viceversa, pone de relieve la existencia de un poderoso mecanismo energético que facilita la transmisión interpersonal de los sentimientos.

                  El contagio emocional ilustra el funcionamiento de lo que podríamos denominar la "vía inferior" del cerebro. La "vía inferior" se refiere a los veloces circuitos cerebrales que operan automáticamente y sin esfuerzo alguno por debajo del umbral de la conciencia. La mayor parte de lo que hacemos parece hallarse bajo el control de grandes redes neuronales que operan a través de la "vía inferior", algo que resulta muy patente en el caso de nuestra vida afectiva. A este sistema, precisamente, debemos la posibilidad de sentirnos cautivados por un rostro atractivo o de registrar el tono irónico de un comentario.
                   La "vía superior", por su parte, discurre a través de sistemas neuronales que operan más lenta, deliberadada y sistemáticamente. Gracias a ella podemos ser conscientes de lo que está ocurriendo y disponemos de cierto control sobre nuestra vida interna, que se halla fuera del alcance de la vía inferior. Así, por ejemplo, la vía superior se moviliza cuando pensamos cuidadosamente en el modo más adecuado de acercarnos a una persona que nos resulta atractiva, o cuando tratamos de encontrar una respuesta ingeniosa a un comentario sarcástico.
                     La vía inferior opera con sentimientos, mientras que la superior lo hace considerando con más detenimiento lo que está ocurriendo. La vía inferior nos permite sentir de inmediato lo que siente otra persona, mientras que la supeior nos ayuda a pensar en lo que estamos sintiendo. Toda nuestra vida social gira, habitualmente de modo muy sutil, en torno a la interacción entre estas dos modalidades de procesamiento.
                      La vía inferior explica que una emoción pueda transmitirse silenciosamente de una persona a otra sin que nadie se ocupe de manea consciente de ello. Simplificando mucho las cosas, podríamos decir que la vía inferior discurre por circuitos neuronales que pasan por la amígdala y nódulos automáticos similares, mientras que la superior, por su parte, envía señales a la corteza prefrontal, centro ejecutivo del cerebro y asiento de la intencionalidad, lo que explica que podamos pensar en lo que nos está sucediendo.
                       La velocidad con la que estos dos caminos neuronales procesan la información es muy diferente. En este sentido, la vía inferior sacrifica la exactitud en aras de la velocidad mientras que la superior, mucho más lenta, nos proporciona una visión más exacta de lo que está ocurriendo.
           


      

                  Fuente:    Inteligencia Emocional.   David Goleman

2 comentarios:

  1. Pilar. Buenas tardes. Esto es parte de un capitulo del libro de Goleman, Inteligencia Social, con lo cual deberias poner la cita al pie de la pagina. Saludos. Alejandro.

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  2. ooops...no lo he visto, retiro lo dicho sobre la fuente. Un saludo cordial y buen blog!

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