lunes, 5 de mayo de 2014

EMOCIONES E INTELECTO







En la actualidad existen varios modelos de inteligencia emocional basados en sus correspondientes investigaciones, ensayos y mediciones. Tres de ellos son los siguientes.

Uno es obra de Peter Salovey y John Mayer, que fueron quienes plantearon por primera vez el concepto en un artículo en 1990 que abriría muchos caminos. Otro es el del Dr. Reuven Bar-On, que ha trabajado mucho en el fomento de la investigación en este ámbito. Bar-On define la inteligencia como el conjunto de competencias, herramientas y comportamientos emocionales y sociales, que determinan cómo de bien percibimos, entendemos y controlamos nuestras emociones. Y todas estas competencias, herramientas y comportamientos, nos ayudan a entender cómo se sienten los demás y cómo relacionarnos con ellos, además de hacer frente a obligaciones, desafíos y presión diarias.
El tercer modelo es el de Daniel Goleman y según él, la mayoría de los elementos de todos los modelos de inteligencia emocional encajan en cuatro esferas genéricas: la autoconciencia, la autogestión, la conciencia social y la gestión de las relaciones.

Estudios realizados por neurocientíficos de todo el mundo han demostrado que existe un circuito neuronal en el cerebro que gobierna emocional y socialmente el comportamiento inteligente. Según las investigaciones de los principales neurólogos en este área en la actualidad, como por ejemplo el profesor Antonio Damasio, este circuito neuronal parece estar ubicado en:
  •  la amígdala derecha, que es un centro nervioso situado en el cerebro medio, dedicado a las emociones, a la percepción de las emociones. Importante investigación sobre la amígdala fue la llevada a cabo por Joseph LeDoux. Según se descubrió en el estudio de Bar-On, los pacientes con lesiones en la amígdala derecha presentan una pérdida de autoconciencia emocional, es decir, de la capacidad de ser conscientes de sus propios sentimientos y comprenderlos.
  • En el hemisferio derecho: la corteza somatosensorial insular derecha. Lesiones en el córtex somatosensorial derecho también provocan una deficiencia en la autoconciencia, así como en la empatía, es decir, la conciencia de las emociones de los demás. La capacidad de comprender y sentir nuestras propias emociones es decisiva para entender las de los demás y sentir empatía. Por tanto, otra estructura del hemisferio derecho muy importante es la ínsula o córtex insular, un nodo de los circuitos cerebrales que detecta el estado corporal y nos dice cómo nos sentimos.
  • La corteza cingulada anterior o circunvolución del cíngulo anterior, que se encarga del control de los impulsos y por tanto, de la capacidad de ejecutar un buen juicio.
  • La corteza prefrontal ventromedial orbitofrontal, el centro ejecutivo de la mente, donde reside la capacidad de resolver problemas personales e interpersonales, de controlar los impulsos, de expresar los sentimientos de un modo eficaz y de relacionarnos adecuadamente con los demás.
  
  



       
      El neocórtex, o cerebro pensante, contiene las áreas más evolucionadas del cerebro; contiene centros y nodos dedicados a la cognición y la operaciones mentales complejas: razonar, pensar, desarrollar estrategias, evaluar, auto-observarse, concentración, resolución de problemas...
     Por debajo del neocórtex  se encuentra el sistema límbico, o cerebro emocional, que contiene las principales zonas implicadas en las emociones. Por último, el cerebro instintivo, o cerebro reptiliano contiene los centros dedicados a los instintos, con el fin de garantizar la supervivencia y la transimisión de material genético a otras generaciones.

   Según el famoso médico neurólogo, Antonio Damasio, es importante distinguir entre la fase de emoción y la fase de sentimiento. Cuando experimentamos una emoción, ya sea miedo, alegría, tristeza, etc, hemos de tener en cuenta tres cosas, el estímulo que genera la emoción, la reacción en el cuerpo y las ideas que acompañan esa reacción. Todo esto es lo que constituye el sentimiento; sentir es percibir todo eso.
   Según Damasio, para tomar una buena decisión tenemos que aplicar sentimientos a los pensamientos. Estos sentimientos proceden de los centros emocionales del cerebro medio, que interactúan con una zona concreta del córtex prefrontal. Cuando pensamos algo, esos centros cerebrales lo evalúan de inmediato, de modo positivo o negativo. Esto es lo que nos permite establecer prioridades y tomar decisiones. Por debajo del sistema límbico, se encuentran los ganglios basales, que conforman una parte muy primitiva del cerebro pero que cumple una función muy importante. A medida que nos desarrollamos y vamos adquiriendo experiencias en la vida, los ganglios basales deducen normas de las decisiones que tomamos. La sabiduría vital acumulada se almacena en esos circuitos primitivos. Sin embargo, al encontrarnos ante una decisión, es el córtex verbal el que genera lo que pensamos acerca de ella, aunque para acceder de forma más profunda a nuestra experiencia vital sobre el asunto en cuestión necesitamos un número mayor de aportaciones por parte de esos circuitos subcorticales. 
    Los ganglios basales cuentan también con muchas vinculaciones con el tracto gastrointestinal; es decir, las tripas. Así pues, cuando tomamos una decisión, el hecho de que sintamos "en las tripas" si es acertada o no, también resulta importante. Si la decisión no encaja con lo que sentimos, puede que nos convenga revisar la decisión que acabamos de tomar y sea mejor pensarlo dos veces.

   ¿Lo que voy a hacer encaja en mi propósito, en mi ética, es adecuado a mi forma de ser? La respuesta a esta pregunta no nos llega con palabras, sino mediante esa reacción visceral. Después pasamos a verbalizarlo.





Fuente:    The Brain and Emotional Intelligence: New Insights.  D. Goleman.

    


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